viernes, 25 de septiembre de 2009

Las tres etapas de la primera infancia (I) La infancia es una investigación constante que evoluciona por etapas de creciente complejidad. Debemos ser conscientes de estas etapas para proporcionar al niño las experiencias positivas asociadas a cada una de ellas. Si logramos comunicar adecuadamente las necesidades psicológicas y la evolución de la personalidad del niño con el contenido del mundo físico que lo rodea, podemos influir en el desarrollo de su autoestima y en su comportamiento. Las 3 grandes etapas de la primera infancia son: - De los 0 a los 18 meses. - De los 18 meses a los 3 años. - De los 3 a los 6 años. Iremos viéndolos y hablando de diferentes aspectos de cada uno de ellos, pues en cada etapa son distintas las cosas que podemos hacer para ayudar a nuestros hijos a crecer en un entorno sano y estimulante. DE LOS 0 A LOS 18 MESES Durante esta etapa, el bebé carece del conocimiento del mundo más allá de lo que está directamente relacionado con sus necesidades primarias. Los niños recaban una gran cantidad de información a través del contacto físico con sus cuidadores mediante sus sentidos: el aroma, el tacto, el sonido y la vista. En esta etapa se construyen los fundamentos del sentimiento de seguridad que servirá al bebé para afrontar las adversidades durante el resto de su vida. El aroma Los bebés son muy sensibles a los aromas y habría que evitar cualquier aroma artificial en su entorno. Si tu perfume habitual es fuerte y no quieres prescindir de él, puedes ir acostumbrándolo aromatizando un poco sobre su ropa de cama, y al mismo tiempo te sentirá más cerca. También es interesante informarse sobre la influencia de determinadas fragancias naturales en los estados emocionales y físicos, lo que nos puede ayudar a mejorar una alteración del sueño o a equilibrar el estado de ánimo alterado de un niño que ha cogido una rabieta, por ejemplo.

viernes, 17 de julio de 2009

Declaración de intenciones Uno de mis temas de decoración preferidos, que espero compartir con vosotros, es la adaptación de nuestro hogar para conseguir una mayor calidad de vida. Y, dentro de este campo, me merecen especial atención los espacios dedicados a los niños. Demasiadas veces se ven abocados a pasar gran parte de su infancia y adolescencia en cuartos pensados para ofrecer la máxima capacidad de almacenaje, pero quizá no para proporcionarles las herramientas necesarias para ayudarles a crecer. Es esencial comprender la importancia que tiene crear un hábitat satisfactorio para lograr su bienestar. El espacio debería contribuir a potenciar las capacidades del niño, y una de las cosas que pretendo en este blog es analizar poco a poco cómo se puede moldear su entorno para conseguirlo. Un entorno ideal debería ofrecer a los niños suficientes alternativas para que puedan encontrar sus propios intereses y desarrollar las capacidades que les son características. Debería tener la estructura idónea para garantizar su seguridad y la suficiente cohesión para apoyar su desarrollo emocional; ser lo bastante complejo para suponer un desafío y, al mismo tiempo, ser lo bastante fácil de manipular para no frustrar su dominio del medio. No debe contener elementos que sirvan a funciones específicas, sino que debe ofrecer oportunidades para la experimentación, elementos que permitan al niño emplear la imaginación para darles un uso. Los niños, por su propia naturaleza, tienden a la curiosidad y a la investigación. Debemos rodearles de un ambiente que potencie esa búsqueda y, al mismo tiempo, los haga sentir seguros y protegidos. Todo un reto, ¿no te parece?