miércoles, 7 de abril de 2010

Cuartos de bebé

Probablemente, una de las decisiones más meditadas en cuanto a decoración se refiere, es la que tomamos en relación al cuarto del bebé. Pero realmente decoramos esta habitación para nosotros, pues un bebé necesita muy poco al principio. De hecho, muchos bebés duermen al principio en la habitación de los padres. Aún así, es conveniente que tengan su propio cuarto para centralizar todas las actividades relacionadas con él: cambiarle los pañales, guardar su ropa y almacenar sus juguetes.
Así, los puntos más importantes a tener en cuenta al diseñar su habitación son: sistemas de almacenaje suficientes y adecuados a su función e interesantes vistas desde su cuna, si duerme en ella.
La cuna es el refugio del bebé, y todo lo que contiene y lo que se ve desde ella, le influye. Cada niño nace con una personalidad determinada, una tendencia a la pasividad, al nerviosismo o a la actividad, que pueden equilibrarse actuando sobre su entorno. En general, salvo en casos de niños muy pasivos, es preferible utilizar colores pálidos, profundos y apagados. Por ejemplo, mejor un vainilla que un amarillo o un granate que un rojo.
Una variedad de colores, formas y texturas interesará al bebé, especialmente los motivos abstractos o geométricos: rombos, círculos, cuadrados, rayas... A esta edad, cuanto más definida es una forma, más fácil resulta de distinguir y cuanto más acusado es el contraste entre el objeto y su fondo, mejor es su percepción.
Se pueden utilizar colores saturados para las paredes, que no necesariamente tienen que ser muy vivos, por ejemplo, el turquesa o el melocotón; blancos para crear un gran contraste con los complementos o, si preferimos un fondo suave, colores como el azul lavanda, el vainilla o el rosa pálido.
La cuna también puede acondicionarse para aportar estímulos al bebé:
  • Mantas o tejidos de diferentes texturas.
  • Objetos sonoros no eléctricos colgados de los barrotes.
  • Animales de peluche.
  • Barrotes envueltos en felpa.
  • Objetos ligeros colgados sobre la cuna o junto a ella.
  • Un reproductor de música cerca de ella.

Y no olvidemos el techo, los bebés pasan horas mirándolo. Si tienes la suerte de tener una ventana desde la que se ven árboles o una claraboya a través de la que se ven las nubes pasar, recoloca la cuna para que se vean desde ella. también se pueden colgar del techo banderines, móviles de papel, linternas chinas..., no necesariamente hay que buscar objetos específicamente diseñados para niños. Un móvil hecho en casa con pelotas de colores puede ser igual o más interesante que los comprados y, sin duda, mucho más barato.

En cuanto al almacenaje, podemos optar por un armario empotrado, bien distribuído, que se camufle con el fondo, pero si no hay espacio o no estamos seguros de qué queremos hacer en el futuro con esta habitación, lo más recomendable es una gran cómoda con muchos cajones. Podemos incluso reciclar cualquier contenedor con cajones que tengamos pintándolo y cambiándole los tiradores. Colocando sobre ella un estante y poniéndo unos pomos al costado para colgar un portapañales, puede ser utilizada como cambiador temporalmente. También habrá que preveer sitio cerca de ella para un cesto para la ropa sucia y una papelera con tapa. Es decir, como siempre que se gestionan las actividades que se realizan en un lugar, ha de primar la funcionalidad.
Para terminar, la iluminación, esa gran olvidada en los cuartos infantiles, debe ser cálida, suave e imaginativa para añadir interés y personalidad a la habitación.
A las lámparas de techo y pie (ambas con regulador de intensidad), pueden añadirse otras formas de iluminación sólo para dar encanto o para ser utilizadas sólas cuando se apagan las demás: "linternas mágicas" que llenan las paredes de color y movimiento, pantallas de lámparas perforadas, guirnaldas de lucecitas (bordeando la cuna, por ejemplo) o estrellas fosforescentes para el techo que brillen en la oscuridad.

lunes, 22 de marzo de 2010

Cómo pueden descubrir el mundo los niños

Aunque un tanto apartado del objetivo central de este blog, que es el estudio del entorno como elemento motivador o limitador en la infancia, voy a dedicar el post de hoy a reproducir un extracto del libro "Todo lo que hay que saber a los siete años" de Donata Elschenbroich. No voy a entrar aquí a hacer un resúmen del libro, cuya lectura recomiendo, sólo diré que me parece muy interesante el planteamiento de que hay muchas experiencias que difícilmente se dan en la vida de la mayoría de los niños, que los adultos estamos en condiciones de proporcionar a nuestros hijos, abriéndoles con ello nuevos horizontes y expectativas, nuevas maneras de entender el mundo. Naturalmente es una lista abierta, y además, de las más de cien entradas que figuran en el libro, sólo mencionaré unas cuantas. Me gustaría saber si os parecen tan interesantes como a mí: "Conocimientos del mundo: Qué debería conocer o haber experimentado un niño de siete años. Estímulos, experiencias, intuiciones, preguntas...
  • Haber podido preguntar cómo se forma la vida.
  • Poder realizar cuatro tareas del hogar.
  • Haber estado en una librería, en una iglesia (o mezquita, o sinagoga...), en un museo.
  • Haber cambiado o ayudado a cambiar a un bebé.
  • Haber cogido moras de un arbusto.
  • Haber oído tocar un órgano en una catedral.
  • Querer ganar y saber perder.
  • Donar al mendigo o al músico callejero.
  • Tener la experiencia de que se ponga en práctica una propuesta de mejora realizada por uno mismo.
  • Haberse metido en un arroyo.
  • Haber sembrado y cosechado.
  • Haber mediado en una pelea. Haberse mantenido al margen de una pelea.
  • Recordar una promesa cumplida.
  • Haber vivido la naturaleza como amiga y enemiga. Como necesitada de protección y como agresiva y peligrosa.
  • Haber compartido con un adulto una cuestión sin resolver."

martes, 9 de febrero de 2010

Las tres etapas de la primera infancia (y IV) DE LOS 3 A LOS 6 AÑOS Durante esta etapa de desarrollo, los niños empiezan a comprender que la mente es una herramienta que pueden usar. La conciencia del Yo aparece cuando se dan cuenta de que los demás pueden o no, hacer las mismas cosas que ellos., alrededor de los 3 años. La observación de la diferenciación de los demás es una fase crítica en su desarrollo, ya que el conocimiento fundamental del Yo, deriva de que el Yo es independiente y diferente. Adoptan, pues, una postura de oposición al resto, de autoafirmación, para remarcar esa diferenciación. Durante este periodo, los niños aprenden sobre sí mismos. ¿En qué se diferencian? ¿Qué define su individualidad? Una forma de satisfacer sus preguntas es animarles a dar pequeños pasos en el camino del autoconocimiento, como elegir la ropa que prefieren ponerse, por ejemplo, dejándoles equivocarse, ya que el descubrimiento de su Yo, se realizará mediante el método de ensayo-error. Puede experimentar también rechazo hacia algo muy deseado una vez que lo prueba, o aceptar lentamente un objeto o una situación que a priori no era de su agrado. Procuremos que el niño tenga oportunidades de evaluar diferentes experiencias a fín de descubrir posibles nuevos intereses. Objetos que respaldan esta exploración podrían ser:
  • Objetos que cuando se abren o separan, revelan otro aspecto (ej. muñecas rusas)
  • Objetos que encajan, de forma que se convierten en parte de uno mayor (ej. rompecabezas)
  • Objetos que tienen más de un uso (ej. cuchara que se convierte en catapulta, una hoja de papel en un avión...)

En cuanto al desarrollo físico, a esta edad va aumentando progresivamente el control de la motricidad. necesitan desarrollar una mayor coordinación motora, y de forma innata les gusta hacer equilíbrios, escalar, luchar, patinar, saltar y hacer acrobacias, por lo que haríamos bien en dejarles mucho sitio libre y sería ideal que dispusieran de espalderas o cuerdas colgadas, aunque si en la habitación hay unas literas, seguro que las aprovecharán.

Más adelante, sobre los 4-5 años, pasamos de la individualidad del periodo anterior a la integración en el grupo. Al principio, se limita a permanecer más tiempo en el mismo lugar, interactuando con otros niños en pequeños grupos, aunque no hay cooperación real. Al final de esta etapa comienza a preferir los juegos de grupo. Le encanta coleccionar cosas y mostrarlas a los demás. También le gusta mostrar sus trabajos escolares, de los que se siente orgulloso, por lo que es importante disponer de un lugar bien visible para exponerlos.

A esta edad, buscan la aceptación y admiración de los otros. Es la fase en la que se desarrolla lo que Freud denominó el superyo que es la representación de los valores de la sociedad. Simplificando mucho la cuestión, podríamos decir que el superyo es la asimilación de los deseos de los padres. En esta etapa, una recompensa puede ser una buena manera de ensalzar al niño que se esfuerza por alcanzar los estándares sociales. No con juguetes o dulces, sino con:

  • estrellas, que se siente orgulloso de lucir.
  • un suceso especial
  • una salida inusual (a un museo, un paseo para buscar piedras, por ejemplo)

Es un buen momento para investigar y desarrollar si es el caso, su interés en materias como las ciencias, la música o las artes. También para disfrutar con actividades basadas en la exploracón y la investigación.

Lo más difícil para los padres, quizá será separar su propio conocimiento personal del Yo del de sus hijos. Hay que ser consciente de nuestras propias filias y fobias y respetar los rasgos distintivos de cada uno de nuestros hijos.

Así, aunque más adelante, hacia los 6 años, tienden a representar roles, a imitar a personas o personajes con los que se identifican, investigando de nuevo diferentes posturas, los niños que crecen siendo conscientes de la diversidad de alternativas, así como de sus consecuencias, tienen un ego mayor y desarrollan la confianza suficiente para encontrar su propio camino.

lunes, 25 de enero de 2010

Las tres etapas de la primera infancia (III)

DE LOS 18 MESES A LOS 3 AÑOS

En la primera etapa, el niño lentamente ha ido aprendiendo a distinguir entre él y los demás. Alrededor de los 18 meses, comienza a comprender que no es el centro del Universo y que la satisfacción de sus necesidades depende de otros, por lo que intenta influir en el comportamiento de los demás.

En esta etapa, los niños se adaptan al mundo físico que les rodea definiéndolo con el lenguaje, habilidad que comienzan a adquirir, de la misma manera que en la anterior lo hacían a través de los sentidos. No obstante, van a seguir aprendiendo de las experiencias sensoriales, principalmente táctiles, a través de sus manos, pero ampliándolas mediante la manipulación de objetos.

El niño de esta edad busca sin parar nuevos descubrimientos explorando el mundo que le rodea. Si quieres fomentar su conexión con este mundo todavía desconocido para él, crea todas las oportunidades posibles de exploración poniendo a su alcance, en un área de actividades o en una simple cesta, una gran diversidad de objetos, tanto juguetes como objetos de uso cotidiano...o no tanto, tales como:

  • cacerolas y cazos
  • llaves
  • libros de tapas duras
  • papel de diferentes texturas
  • brochas
  • tejidos diversos, mallas de red
  • objetos elásticos
  • caleidoscopio

En este periodo predomina el juego, transformado en una experiencia sensorial, y la fantasía, por lo que muy probablemente se interesará menos por los juguetes cuidadosamente seleccionados que por el menaje de la cocina, es decir, por objetos que es capaz de transformar con la imaginación. Todos, creo, hemos visto cómo un niño desembala un bonito juguete... y se pone a jugar con la caja.

Procuremos, pues, ofrecerle objetos que no tengan una forma de uso definida, ni cuya utilidad sea alcanzar un objetivo concreto, sino que sean interesantes por sí mismos, por su forma, textura o por las posibilidades de uso que ofrezcan:
  • sombreros y pelucas
  • bloques de madera
  • cojines grandes, pouffs
  • cajas de cartón de distintos tamaños
  • grandes trozos de tela de diferentes colores y texturas
  • varillas
  • aros de goma
  • prendas de vestir de adultos
También son imprescindibles en esta etapa los cuentos y fábulas que, mediante la simbología, introducen al niño en la realidad del mundo que le rodea. Es interesante además que aunque nos necesite para leerlos, estén guardados a su alcance, en cestas en el suelo o en estantes muy bajos, para que pueda ir explorando su incipiente independencia eligiendo cuál quiere ver, por ejemplo. En definitiva, ayudémosles a crecer potenciando su ya de por sí insacible curiosidad.

miércoles, 13 de enero de 2010

Las tres etapas de la primera infancia (II) Todavía en la primera etapa del desarrollo, seguimos con los estímulos que proporcionan al bebé un vínculo con el mundo que le rodea: El sonido Ya antes de nacer, el bebé se relaciona con el mundo exterior a través del sonido. Los latidos del corazón de la madre, su voz, en un inicio, y todos los sonidos del ambiente en que se cría, más tarde, le proporcionan un marco de seguridad esencial para su desarrollo. Algunos objetos que pueden aportar sonidos a una habitación infantil en esta etapa, son:
  • Reloj de tic-tac
  • Metrónomo
  • Música clásica
  • Grabaciones de sonidos de la naturaleza
  • Móviles con sonido propio
  • Campanas tubulares ante una venana abierta

El tacto

Los vínculos táctiles son fundamentales en la primera infancia. No sólo, y por supuesto, el contacto con la madre y, en general, con otras personas cercanas, necesidad que trasciende la infancia y nos acompaña toda la vida y que probablemente tenga su origen en el sentimiento de seguridad y calidez del útero.

El niño necesita diferentes experiencias táctiles que le exciten y le motiven, y hay que ofrecerle tanto materiales (en objetos de juego, prendas de vestir, ropa de cama...), como entornos que se las proporcionen. En este sentido, el contacto táctil directo con la naturaleza ofrece experiencias únicas: la brisa sobre la piel, la diferencia térmica entre zonas en sombra y soleadas, sentarse sobre la hierba o la arena...